12/6/08

¿Podemos?

Cada dos años toca un Mundial o una Eurocopa. Eso significa que las tiendas de electrodomésticos empiezan a regalar televisores si España llega a la final, significa también que Babelia le dedicará su portada a la relación del fútbol con la literatura, y que Marca y todos los programas deportivos de la radio (desde largueros hasta tirachinas), después de haber dado la murga al personal y de haber vendido mucho humo, además de muchos periódicos y minutos de publicidad, empezarán a maldecir al seleccionador de turno si no pasamos de cuartos. Para no ser menos un servidor, llevado por el fervor patriótico del 4 a 1 contra los rusos, desea ceder su espacio al deporte rey. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que buscar los tebeos balompédicos que más me hayan gustado? Yo no conozco otra.

Empecemos con El año que fuimos campeones del mundo de Ulf K., el primer tebeo que se editó en castellano de este dibujante germano. Un breve y simpático relato nostálgico que rememora el verano de 1974 cuando la República Federal de Alemania, selección anfitriona de la fase final, se proclamó campeona del mundo. Aquí el balón es una mera excusa, pues los temas importantes son otros: la inocencia, la belleza de las cosas sencillas, la importancia de la amistad en los años de colegio, una serie de ideas muy bien apuntadas, sin mayor ambición.


Otra lectura futbolística altamente recomendable es un clásico hoy tristemente olvidado: Pepe el hincha del simpar Peñarroya. En la época en la que nace este personaje, la década de los sesenta del siglo pasado, el fútbol en España era un auténtico fenómeno de masas; estamos hablando de los años en los que el Real Madrid empezó a ganar Copas de Europa, cuando el propio combinado nacional se llevó el único título de toda su historia, si no contamos las medallas olímpicas, claro. El fútbol podía servir al régimen franquista para entretener al ciudadano de pie, de acuerdo, pero también determinados movimientos sociales y políticos convirtieron los estadios en lugares donde reivindicar determinados derechos inexistentes por estos andurriales. Pepe el hincha, que ejerció de árbitro, de directivo e incluso de jugador, no fue el único personaje de historieta relacionado con el balompie, pero sí el más divertido, relamido y sufrido de todos. Mira que recibió pedradas y patadas, y ahí siguió animando al F. C. Pedrusco de sus amores. Un precedente directo de Curro Córner y Pepenalti.

Para el final he dejado el más impactante de todos. No es precisamente un gran tebeo, me atrevería a afirmar incluso que es bastante flojo, y que no ha resistido demasiado bien el paso del tiempo, sin embargo en sus páginas se oye el clamor del público y se aprecian al milímetro las estrategias de los entrenadores. Su título: Eric Castel, obra de Raymond Reding y Françoise Hugues, una serie que alcanzó los quince álbumes, más un especial fuera de colección, entre 1979 y 1992. Importada a principios de los ochenta por Grijalbo conoció un significativo reconocimiento en Cataluña ya que Castel, una futbolista de gran calidad, era jugador del F. C. Barcelona (después fichó por el PSG, pero allí sólo duró dos temporadas, y rápidamente volvió al Camp Nou). Es el tebeo que mejor ha reflejado la dimensión deportiva del fútbol, así como la tensión que existe sobre el cesped en los partidos importantes. Por desgracia el peso de los guiones solía descansar sobre historias de misterio con un grupito repelente de niños que fastidiaban a menudo la fiesta. A partir del mes de julio Norma Editorial tiene la intención de reeditarla al completo, ahi veremos si Castel sigue en forma.

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