7/9/12

Conversaciones perdidas: Dylan Horrocks

Para mí la lectura de Hicksville fue toda una sorpresa, posiblemente uno de los tebeos que más me marcó en su momento. Alucinado como estaba le propuse a Luis J. Menéndez -coordinador por aquel entonces de la primitiva web La guia del cómic- entrevistar a Dylan Horrocks, y así lo hice. Sólo han pasado diez años de nada, pero aqui os lo dejo. 

EL GENIO DE LAS ANTÍPODAS


A la espera de que algún avispado editor nos regale alguna de las joyas de las que Dylan Horrocks es capaz, hemos decidido dedicarle unos minutos a este narrador excelente. Amante fiel de los tebeos este joven neozelandés confiesa sus filias y sus fobias desde la otra parte del planeta.

Fotografía aparecida en The comics reporter

Todavía eres un artista desconocido para la mayoría de los lectores españoles de comics. Trataremos de presentarte. ¿Cómo describirías tu trabajo como historietista? ¿Cuales son tus principales influencias?

Mis influencias son demasiadas como para tratar de redactar una lista completa. El asunto está en que yo crecí leyendo tebeos por todos lados. A mi padre siempre le han gustado, así que nuestra casa estaba llena de comics, desde los del pato Donald de Carl Barks o Peanuts de Schulz hasta las reediciones de los comics del Capitán Marvel de los años cuarenta, pasando por los álbumes de Tintín y Astérix y algún número suelto de la revista Pilote. Y por supuesto Robert Crumb. Todas estas cosas se introdujeron en mi pequeña mente extraña (al parecer mis primeras palabras fueron “Donald Duck”) junto con material que yo había conseguido por mi parte (Sgt. Rock, 2000 AD, Jack Kirby, etc.). Aunque en realidad fue también mi padre quién me acercó al Cerebus de Dave Sim, al Spirit de Will Eisner, al Amphigorey de Edward Gorey, a todo tipo de lecturas. Es un buen padre.

Al pasar los años he absorbido muchas influencias diversas. Pero las últimas y mas fuertes, creo, son probablemente Tintín de Hergé, Peanuts, Robert Crumb, Moomins de Tove Jansson … Esos son los comics y los libros a los que acudo una y otra vez cuando necesito refrescar mi alma. Recientemente he quedado bastante impactado con Roy Crane, Howard Gray, Chester Brown, David B., Blutch, Baudoin, los ilustradores de libros infantiles como Tibor Gergeley y los elegantes tebeos románticos de la década de 1950 (Carmine Infantino, John Romita, etc.).

Tus trabajos más importantes son Hicksville y Atlas. Empezaremos con el primero. El crítico americano Chris Conroy escribió que Hicksville “no puede ser leído por alguien que no coma, viva y respire historieta”. En cierto sentido tiene razón pero creo que no es sólo una declaración de amor hacia el cómic, sino también hacia el arte en general y los artistas. ¿Tú que crees?

Siempre pensé que Hicksville probablemente sólo tenía sentido para aquella gente obsesionada con los comics, hasta que empecé a oír a gente que había regalado copias a sus amigos, sus familiares, sus mujeres, a gente que no lee tebeos. Y a esa gente les encantó. Ahora pienso que aunque para mí Hicksville es un poema de amor dedicado al cómic y a la creación de comics, la materia que yo he estado explorando y alabando es extensible a todo el arte. De todo ello me di cuenta cuando un director de cine neozelandés me propuso hacer una película basada en Hicksville, pensé un tiempo sobre ello y finalmente llegué a la conclusión de que la mejor adaptación cinematográfica posible era hacer una historia similar pero acerca del cine. Lógicamente la historia hubiera necesitado un cambio profundo pero los temas soterrados hubieran permanecido.

Supongo que ocurre lo mismo con el hecho de que Hicksville esté ambientada en mi patria, en Nueva Zelanda. Los lectores neozelandeses viven el libro como ningún otro puede hacerlo, sin embargo he hablado también con lectores de todo el mundo que encuentran esa visión de Nueva Zelanda interesante y gratificante. Todo en cualquier expresión escrita pude leerse simultáneamente de manera literal o metafóricamente. Y en Hicksville ambos, Nueva Zelanda y los comics, pueden entenderse como metáforas de mundos “marginales”, que son ricos y significativos para aquel que vive dentro, pero gran parte de ellos sigue invisible para el resto.


La revista española U eligió Hicksville como uno de los mejores comics de la década de los noventa, y, por supuesto, fue excelentemente recibido por la crítica especializada americana. Con estos antecedentes ¿podemos afirmar que esta obra es tu revelación?

Vaya, no conocía esa excelente reseña por parte de U. Ciertamente Hicksville ha sido muy bien recibida; mucho más de lo que yo jamás hubiera imaginado. Todavía me arrugo cuando me fijo en gran parte del apartado gráfico (cuya calidad crece y palidece a lo largo de los siete años que me costó dibujar esta maldita cosa). Pero es cierto que Hicksville ha supuesto mi revelación, mi epifanía. El núcleo de la historia todavía me da escalofríos cuando pienso en él, igual que la primera vez. Inmediatamente me di cuenta de que aquella era una gran historia, una especie de mito

¿Qué nos puedes contar acerca de Atlas? ¿Estás trabajando actualmente en el segundo número?

Si. Atlas es ahora mi nueva serie regular, está siendo publicada por Drawn & Quarterly en Canadá. Este segundo número rondará las cien páginas, es una mezcla de temas, incluyendo la serialización de una nueva saga épica (ejem), una especie de secuela de Hicksville. La historia del título, Atlas, es primordialmente la vida de Emil Kopen (el dibujante de Cornucopia que conocimos brevemente en Hicksville) desde 1914 hasta el presente. A lo largo del relato hablaremos de historia, de política, de comics, de cartografía, mis temas favoritos. Con el tiempo será una historia muy larga, probablemente unas buenas 1000 páginas o por ahí.

Claro que hay otros asuntos en los que estoy trabajando, por ejemplo una novela gráfica erótica para Top Shelf, una serie de historietas que exploran la historia y el paisaje de fantasía de los juegos de rol (ya sabes, Dragones y Mazmorras y ese clase de cosas), de todo un poco. Y mi “trabajo de día” por el momento son los guiones para algunas series de DC: Hunter: The age of magic para Vértigo algo sobre Batgirl, aparte de otras cosas.


En este sentido ¿como es tu relación con la industria americana? ¿Puedes describirnos tu trabajo para DC?

Es difícil trabajar para el mainstream americano. Al principio pensé que sería una manera sencilla y divertida de pagar las facturas, mientras dejaba para mi tiempo libre mis propios comics. Pero en la práctica es mucho más duro de lo que esperaba. He tenido que aprender toda una nueva manera de relacionarme con la historieta: trabajo en equipo (o producción en línea), con rígidas fechas de entrega, con supervisión editorial. Por vez primera en mi vida produje una serie de tebeos de los que no estaba orgulloso. Todo ello resultó duro durante un año o así. Todavía me enfrento a determinadas cosas, incluyendo el dilema de si aceptar o no trabajar para la industria. Pero he aprendido mucho acerca de la industria y acerca de mí mismo. ¡Y gracias a Dios pago las facturas! Una parte del trabajo era muy divertida, y después de dos años finalmente he ajustado cuentas con el medio y estoy contento de lo que Richard Case y yo hemos hecho en Hunter: The age of magic. Ahora estoy escribiendo sobre Batgirl, lo cual resulta sorprendentemente entretenido y tengo un par de proyectos más en camino. Pero sigue siendo un dilema constante, impidiéndome hacer otras cosas y absorbiendo mi tiempo y mi energía mental.

Has colaborado también en proyectos colectivos, muy destacados, como Comix 2000, 9/11 o Bizarro. ¿Cuales son las diferencias entre ellos? ¿cómo se desarrollaron y cuales fueron tus experiencias?

Bueno, supongo que todas ellas fueron grandes antologías. Comix 2000 fue algo a lo que no me pude resistir a estar involucrado. Pero tengo sentimientos opuestos respecto a los comics sin palabras así que en lugar de intentar hacer una pantomima pictórica, me propuse incluir esa ambivalencia en el núcleo de mi historia. Por aquel entonces estaba buscando información acerca del Holocausto y descubrí una faceta del Holocausto precisamente como un acto de silenciamiento: la erradicación de una lengua, de una cultura y de ahí que muchos escritores, historiadores y supervivientes se mostraran incapaces de hablar frente a ello. Todo ello llegó a ser el tema de mi historia. El cómic en sí, Comix 2000, me resultó fascinante. Lo leí desde la portada hasta la contraportada en una quincena. Había historietas asombrosas, especialmente de los colaboradores japoneses y escandinavos. También pienso que fue un gran proceso de estudio acerca de la estructura formal del cómic, pues allí coexistían diversas variaciones de las mismas herramientas visuales y narrativas, realmente interesante.

Bizarro fue una experiencia diferente. Fue un trabajo que coordinó Joey Cavalieri para DC. La idea era que una serie de dibujantes “alternativos” dieran su versión de los superhéroes del Universo DC. Una vez más el resultado me pareció un interesante análisis del medio. Hubieron algunos problemas debido al nerviosismo de DC respecto al proyecto ya que algunas de las visiones de los artistas seleccionados no coincidían con las de la editorial, se buscaba una lectura infantil y no un cómic underground. Pero estuvo bastante bien; si todos los comics DC fueran como ese yo sería el fan más entregado jamás visto.

9/11 fue otro libro fascinante. La primera vez que me propusieron colaborar en un proyecto similar fui muy cauteloso. La última cosa que quería hacer en la conmemoración del 11 de septiembre era cubrirme con la bandera americana y toda esa mierda. Sospechaba que esos libros benéficos iban a estar repletos de superhéroes llorosos hablando de venganza, y en gran medida fue así. Pero cuando hablé con Diana Schutz de Dark Horse para contribuir en su proyecto (“sin personajes conocidos, sin xenofobia, sin racismo o patriotería”, etc.) me sentí mucho más feliz de hacerlo. El libro de Dark Horse acabó siendo muy diverso, muy inteligente y muy humano, en contraste con el de DC que me parece ofensivo. En él, por ejemplo, había una historia de Stan Lee en la que los árabes estaban presentados como sucios ratones (¡sabandijas!) que América debía exterminar… ¡Es como si la historia que narra Spiegelman en Maus no hubiera ocurrido nunca! ¡Joder! De cualquier manera, y respecto a mi historieta, estuve angustiado hasta que finalmente conseguí acabar mis dos páginas tituladas 10/7, la fecha en que EEUU empezó a bombardear Afganistán. Mi historia es bastante opaca, supongo, pero lo más importante es que busca expresar el crecimiento de la ansiedad y el malestar. Es una historia real, de hecho describe algo que ocurrió aquel día, cuando estábamos en la playa y yo estaba trepando por los acantilados rocosos, tratando de encontrar a mi mujer y a mi hijo, mientras la marea crecía.

La editorial francesa L’Association contactó contigo para el proyecto de Comix 2000 y más adelante editaron Hicksville en Francia. Ellos son sin duda unos enamorados de la historieta. ¿Qué opinas de su trabajo? ¿Conoces a artistas como David B., Joann Sfar o Lewis Trondheim?

Si, si. Recibí propuestas de otros dos editores franceses para editar Hicksville en su país, pero L’Association fue mi primera elección, simplemente porque admiro lo que están haciendo desde principios de los noventa. Me encanta el trabajo de David B. y estoy emocionado con la edición en inglés de La Ascensión del Gran Mal (traducida como Epileptic). Es muy difícil que los comics franceses lleguen aquí, a Nueva Zelanda, pero hace unos años, cuando viajé a Europa, compré todos los libros de L’Association, de Cornelius, etc., que pude encontrar. Y fue como si me inyectaran una dosis de energía, entusiasmo e innovación. Bastantes dibujantes americanos de mi generación están siendo influidos profundamente por el trabajo de esta “nouvelle vague” (Jessica Abel, Matt Maden, Craig Thompson, Tom Hart), se inspiran en gente como Blutch, Baudoin, David B., Trondheim, etc.


Y ahora dos preguntas obligadas. Primera, ¿qué conoces de la historieta española?

Ahora que estoy empezando a relacionarme con la industria española, me doy cuenta de que no la conozco tanto como me gustaría, espero ponerme al día rápidamente. Por supuesto conozco a la gente que ha tenido cierto impacto en el panorama francés o en el americano en los últimos años como Muñoz y Sampayo (cuyo trabajo me encanta), Daniel Torres, Mariscal y Max. Por otro lado he leído algunas antologías de gente que me las ha enviado, y que muestran unas interesantes nuevas propuestas. El problema es que puedo leer en inglés y en francés pero no en español, así que como mucho puedo hojear esas antologías. Estoy intrigado por la historia del medio en España. La censura en tiempos de Franco, la lucha contra la represión, la explosión algo punk de los ochenta… aunque no sé si esta imagen se corresponde demasiado con la realidad. De cualquier manera he de buscar la manera de conocerla mejor.

¿Cuándo podremos leer alguno de tus trabajos en castellano?

Bueno, existen planes para hacer una edición española de Hicksville (probablemente en el 2003) por parte de Ediciones Balboa. Es pronto para hablar pero en los últimos meses he tenido diferentes contactos con editores españoles, así que pronto podréis conocer algunas de mis historietas. Se publicarán algunas en los próximos números de Buen Provecho. Visto lo visto me parece que tendré que empezara a tomar clases de español…




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