Sí, exacto, vamos a hablar del Premio Nacional de Historieta. Como ya sabrá todo el mundo el galardón ha recaido en Arrugas, obra del valenciano Paco Roca editada por Astiberri en 2007. Ya el día anterior, el lunes, la agencia EFE hablaba de los tres favoritos a recibir tal distinción en su segundo año, uno era Roca, obviamente, y los otros dos Miguel Gallardo (Maria y yo) y Carlos Giménez (36-39: Malos tiempos). Al final, y según las noticias aparecidas ayer, se coló de rondón Alfons López y su particular homenaje a La familia Ulises.
Arrugas consigue así el que puede ser el máximo galardón que existe en España para una historieta. Un premio más para un tebeo que obtuvo en su momento dos estatuillas en el Saló de Barcelona, amén del Premio de la Crítica, y el reciente reconocimiento obtenido en Lucca. Se puede decir, pues, que Roca ha conseguido la unanimidad de los jurados y los votantes, ya que en las famosas listas de lo mejor de 2007 (me vienen a la cabeza la de Entrecomics, o la de La cárcel de papel), también estaba bien colocado.
Arrugas es un buen tebeo, no hay duda. Aborda un tema espinoso con tacto, sensibilidad y mesura. No abusa del drama, es cierto, y se basa, según declaraciones del propio autor, en vivencias de enfermos reales. Sin embargo, algo falla. El discurso es demasiado anecdótico, se apoya en exceso en momentos concretos, en hechos concretos (algunos demasiado increíbles, o fuera de lugar, como el famoso episodio de la escapada en coche), buscando mostrar, de ese modo, la evolución de la enfermedad en el protagonista. Un personaje éste un tanto plano, de quién conocemos bien poco, demasiado poco como para cogerle cariño, y que se ve rodeado de estereotipos (el deportista, el sinvergüenza simpático, la abuela que se niega a reconocer que no recibe visitas).
Arrugas es un buen tebeo, no hay duda. Aborda un tema espinoso con tacto, sensibilidad y mesura. No abusa del drama, es cierto, y se basa, según declaraciones del propio autor, en vivencias de enfermos reales. Sin embargo, algo falla. El discurso es demasiado anecdótico, se apoya en exceso en momentos concretos, en hechos concretos (algunos demasiado increíbles, o fuera de lugar, como el famoso episodio de la escapada en coche), buscando mostrar, de ese modo, la evolución de la enfermedad en el protagonista. Un personaje éste un tanto plano, de quién conocemos bien poco, demasiado poco como para cogerle cariño, y que se ve rodeado de estereotipos (el deportista, el sinvergüenza simpático, la abuela que se niega a reconocer que no recibe visitas).
En el supuesto que yo hubiera formadoparte del jurado (algo que no pasará jamás, no os preocupéis) mi voto habría sido para María y yo. Teniendo en cuenta que narra también una experiencia vital con una persona discapacitada (en este caso una niña autista), el trabajo de Gallardo se presenta, en cambio, de un modo totalmente original, rompedor estética y narrativamente. Se inicia el relato a partir de unas vacaciones del propio Gallardo con su hija de doce años, María, y a renglón seguido toma ese punto de partida para explicarnos con profusión de detalles, con una implicación sentimental mucho más fuerte, el particular mundo de la niña.
Lo que sí que queda claro, con el fallo de dicho premio, es que Astiberri es la mejor editorial que existe actualmente en el panorama nacional, no hay más que echarle un vistazo a su catálogo para darse cuenta de lo que digo. No es casualidad que ambas obras, la de Roca y la de Gallardo, hayan aparecido bajo este sello, como lo han hecho las de Rubín, Alberto Vázquez, Alfonso Zapico, Mauro Entrialgo, o Ramón Boldú. Por no hablar de Trondheim, Peeters, Jason, Kuper, Delisle, o Katchor.
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