8/11/12

Conversaciones perdidas: Jorge García y Fidel Martínez

Tras un pequeño paréntesis regresan a sus pantallas las conversaciones perdidas. Para hoy les toca el turno a dos autores españoles: Jorge García y Fidel Martínez, responsables en su momento de aquella grata sorpresa que fue Cuerda de presas. La entrevista no apareció como tal, sino como artículo en el número de febrero de 2006 de Mondosonoro.

ENTRE SOMBRAS


Como lector de tebeos, y conocedor de los mecanismos de nuestro mercado, me sorprendió mucho la audacia de vuestro trabajo, entre otras cosas por lo jóvenes que sois y por el tema que tratáis. Es como si Cuerda de presas no encajara dentro de las tendencias actuales de nuestra historieta joven (autobiografías, revisión de géneros clásicos, …). ¿Qué opináis?

JORGE GARCÍA- Es cierto que en la historieta actual hay sobredosis de nostalgia y melancolía, en parte por elección personal de algunos autores, en parte como reflejo de una moda cuyos máximos exponentes proceden de Francia y Estados Unidos. Pero al mismo tiempo existen otras muchas tendencias que conviven al unísono en este país. En ese sentido, Cuerda de presas sería una más. Si percibes esta obra como algo singular es, seguramente, porque nuestros referentes no son estrictamente contemporáneos, ni pertenecen en su mayoría al ámbito de los tebeos.

FIDEL MARTÍNEZ- Cuerda de Presas es de esos libros que piden ser contados sin concesiones. Lo que me sedujo de la propuesta de Jorge es que nadie parecía haberse preocupado por esa parcela de la historia de España con anterioridad. Denunciar este hecho era, por encima de cualquier coartada política, un compromiso ético y moral. Y creo que utilizar la historieta como vehículo de reflexión ha sido una idea acertada, pues se trata de un medio que ambos amamos, que conocemos y que ya ha demostrado con creces que es tan adecuado para articular este tipo de ideas como cualquier otro medio de expresión. Art Spiegelman ya lo demostró con su reconocido Maus.
No sé si lo que hemos hecho encaja o no con el panorama de la historieta española, porque no estoy muy al tanto de él. Tampoco creo que sea muy importante, siempre que creas que lo que quieres contar merece la pena ser contado y ayuda a renovar un medio que parece estancado en el ámbito del entretenimiento. Yo comencé leyendo cómics de superhéroes, como muchos aficionados de mi generación; pero a medida que iba creciendo mis gustos evolucionaban conmigo y parece como si la historieta, en gran medida, se hubiera quedado atrás en ese camino. Llegar a un público más adulto sería una gran respuesta a esa renovación que el género necesita con urgencia. ¿Por qué aquella generación que creció leyendo las aventuras de El Guerrero del Antifaz, El Jabato o el TBO ya no lee historietas? Las tendencias actuales responden a algunas de esas necesidades. Con el género autobiográfico hemos conseguido atraer la atención de un público básicamente adolescente y con la revisión de géneros clásicos perpetuamos el legado del propio medio adaptándolo a las necesidades de hoy en día.
Tal vez el tema que Jorge y yo hemos abordado no sea indicativo de lo que otros autores jóvenes están haciendo, pero la actual industria de la historieta en España es frágil y aún está en período de consolidación. Ahora comenzamos a tener la posibilidad de publicar cierto tipo de material que hace unos años era impensable, gracias también  a la política de editoriales de corte independiente como Astiberri, Sinsentido, Ariadna Editoral  o De Ponent. Quizás sólo sea cuestión de tiempo y, dentro de poco, otros autores se animen a trabajar en una línea parecida.
Por el momento me conformo con que Cuerda de Presas pueda atraer a nuevos lectores o a algunos de esos que en algún momento dejaron de interesarse por el medio, porque sus posibilidades son, desde luego, muy amplias.

Tengo entendido que tú, Jorge, te pusiste en contacto con Fidel después de haber leído un trabajo suyo premiado por el Injuve ¿Qué es lo que te llamó la atención de su estilo? ¿Creíste desde el principio que se ajustaría tan bien a aquello que querías contar?

JG- A simple vista, aquel trabajo revelaba a un artista inquieto y vigoroso, con una marcada inclinación hacia el expresionismo. Por otra parte, siempre me han atraído los autores capaces de modificar su estilo para sugerir una atmósfera determinada en cada relato. Fidel tiene esa capacidad: los elementos fundamentales de la historia le dictan la forma gráfica que ésta va a tener. Por ese motivo, Cuerda de presas tiene once estilos distintos.

¿Cómo funcionó la labor previa de documentación e investigación? ¿A qué fuentes acudisteis?

JG- El punto de partida fue el ensayo Irredentas del historiador Ricard Vinyes. También consulté los testimonios de presas recogidos por Tomasa Cuevas durante los años setenta y ochenta del siglo pasado, así como el libro Rojas de Mary Nash, La voz dormida de Dulce Chacón, monografías sobre la cárcel de Ventas en Madrid... Sin embargo, el “tono” del álbum lo encontré en una novela sin apenas relación con el tema: El furgón de los locos del uruguayo Carlos Liscano. En esta obra, el autor rememora su cautiverio en el Penal de la Libertad en Montevideo. Me impresionó la frialdad de su prosa e intenté reproducirla en los relatos de Cuerda de presas.

FM- Para dibujar los personajes y los escenarios yo recurría a fotocopias de imágenes de la época que Jorge me enviaba junto a los guiones y que complementaban sus textos, buscando una base verosímil donde desarrollar los acontecimientos narrados. Básicamente eso era lo único con que podíamos contar: fotografías de la guerra civil que en pocas ocasiones hacían referencia a las presas del régimen. El resto, prácticamente, lo tuve que poner yo mismo.
Lo maravilloso de este lenguaje es que con pocos recursos puedes poner en pie una escena que en otros medios seguramente no sería posible. Es también una manera de hacer que el lector participe más de eso que estás narrando, con lo que consigues implicarlo aún más en la historia. Soy de la opinión de que si eres muy riguroso a la hora de exponer los contenidos, muy detallista en los dibujos que haces, te estás distanciando de él porque no le estás obligando a que ponga algo de su parte en la lectura.

¿Qué tal fue trabajar en pareja? ¿Teníais experiencia previa en este sentido? ¿Cuál era la dinámica de trabajo entre vosotros? ¿Repetiréis?
                                                                                       
JG- Antes de trabajar con Fidel, yo ya había colaborado con una decena de autores. El formato de los guiones era siempre el mismo: una descripción detallada del contenido de las viñetas y su ubicación en la página, y los diálogos o textos de apoyo que debían acompañarlas. Sin embargo, en cada historia procuraba hacer hincapié en los puntos fuertes del dibujante. En el caso de Fidel, traté de sugerirle imágenes con fuertes contrastes de luz que acentuaran la atmósfera asfixiante de los relatos. Como suele ocurrir con la gente dotada de una gracia especial, Fidel llevó todo mucho más lejos.
                                
FM- Cuando trabajas con Jorge tienes la sensación de estar haciéndolo con alguien que se toma realmente en serio su trabajo y que pone lo máximo de sí mismo en cada una de las frases que escribe; por eso sus guiones resultan tan rigurosos, con una extensa y detallada descripción de ambientes y personajes. Sin embargo, siempre me sentí con total libertad para realizar las modificaciones que creyese oportunas. Nunca mostró reticencia alguna por nada de lo que hice y eso es de agradecer para alguien que, como yo, no está acostumbrado a colaborar con escritores.
De hecho, ahora puedo decir que, además de realizar una labor conjunta con un escritor de talento, lo hago con un magnífico amigo, porque al contrario de lo que me había ocurrido en ocasiones anteriores en las que había colaborado con un guionista, solía existir una relación previa de amistad, y cuando Jorge me propuso el proyecto de Cuerda de Presas yo no lo conocía de nada. Así que todo se presentó inicialmente como una relación meramente profesional. Con el transcurso del tiempo descubriría esa maravillosa dimensión humana que posee, que es la que le da ese toque tan especial a cada una de las historias del libro.
Ahora estamos haciendo una incursión en el género negro, dando un giro en el tema con respecto a Cuerda de Presas, y en mi caso pensando en disfrutar metiéndole mano a una iconografía tan fascinante. ¿Nuestros referentes? Capote, Chandler, McCoy… y muchos otros que no tienen que ver exclusivamente con el medio literario, porque no queremos ceñirnos únicamente a los clásicos. De ahí quizás salgan un par de álbumes, uno de historias cortas, en la línea de Cuerda de Presas y otro que desarrolle un único relato, siguiendo el estándar habitual.
También nos gustaría plantear un personaje que nos diera juego para realizar una serie de álbumes con continuidad en el mercado. Eso nos permitiría concentrar nuestra energía en algo más concreto, en la estela de Corto Maltés de Hugo Pratt o Alack Sinner de Muñoz y Sampayo.


¿Por qué elegisteis el formato de historieta corta? ¿Tal vez porque resulta más impactante a la hora de narrar episodios históricos de este calibre?

FM- Porque te permite experimentar con la gráfica. A veces resulta aburrido estar un año trabajando de la misma manera, sobre todo si sólo te encargas del dibujo. Puede ser muy tedioso y al final acabas perdiendo interés en el proyecto. Si Jorge escribía historias cortas porque tenía muchas cosas que contar a través de la palabra, yo pensaba hacer lo mismo con la imagen. No sólo era importante la forma en la que íbamos a contarle al lector todo aquello, sino también cómo deberíamos mostrárselo. Y como mi gráfica es bastante expresiva, creo que ha ayudado a que las historias resulten más impactantes aún, como tú mencionas.

JG- En mi caso, esa elección fue fruto del miedo al fracaso: en aquel momento era incapaz de desarrollar con éxito una historia larga. Para mí era fundamental que la sustancia de la obra quedase lo más clara posible, y eso sólo podía garantizarlo en las “distancias cortas”. Aun ahora me aterra enfrentarme a una historia larga.

¿Astiberri se interesó desde el principio en editarlo?

FM- Sí, se mostraron bastante entusiasmados con las páginas que les enviamos. Al principio lo planteamos como un proyecto de unas 50 páginas porque pensábamos que no les publicarían nada más extenso a un par de novatos como nosotros... ¡Y ellos nos sorprendieron pidiéndonos un mínimo de 80 páginas!
Por lo general las editoriales no suelen apostar tan fuerte en estas situaciones. Más que nada porque supone un riesgo en todos los sentidos. Nosotros pensábamos apoyarnos en las subvenciones que el Injuve concede a los autores premiados en sus certámenes. Finalmente no hizo falta porque la editorial decidió correr con los gastos de la edición.
Si unimos eso al hecho de que contábamos con una absoluta libertad creativa, quedaba bastante claro que la gente de Astiberri era la idónea para publicar el libro. Esperemos que sigan apoyándonos en el futuro.

Y ahora una pregunta obligada ¿cuáles son vuestros planes de futuro?

FM- Diseñar, diseñar, diseñar... y en mi tiempo libre dibujar historieta, porque actualmente no existe otra manera de compaginar los negocios y el placer. Por tanto, eso haré... Eso y soñar con que algún día seré un profesional del medio, lo cual resulta irónico si pensamos que allá por los años 40 o 50 la gente que se ganaba la vida con esto de las viñetas aspiraba a ser ilustrador en el Saturday Evening Post o en alguno de los periódicos y revistas más prestigiosos de la época, considerando su paso por la industria del cómic más como un trámite que como una aspiración de futuro.

JG- Yo tengo el sueño de ganarme la vida con la historieta en el mercado francés. Para conseguirlo, además de los proyectos a los que antes aludió Fidel, estoy preparando junto al dibujante Pedro Rodríguez el primer álbum de una serie sobre las aventuras infantiles de cierto escritor del siglo XIX. Por otro lado, hay un par de obras pendientes con autores como Luis García (para quien escribí un guión sobre el genocidio de Ruanda) y Ángel de la Calle (con quien estoy colaborando en un relato breve sobre la Guerra Civil y el archivo de Salamanca).

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