Hace algunos años colaboré regularmente en la fenecida http://www.laguiadelcomic.com/, una interesante página web nacida a partir de la experiencia previa de la revista Volumen. Mi principal contribución era en la sección de reseñas, en la que debía valorar diferentes novedades editoriales, puntuándolas y exponiendo porqué las consideraba buenas lecturas, o porqué no. Pese al excelente modelo que suponían los escritos de algunos de mis compañeros de redacción, por denominarlos de alguna manera (gente como Luis J. Menéndez, Álvaro Pons, Alfons Moliné o Breixo Harguindey), no siempre me resultó fácil justificar el número de estrellitas (de cero a cinco, creo recordar) que le asignábamos a cada obra. Y no resultaba sencillo porque en ocasiones no sabía muy bien -y sigo sin saberlo- cómo expresar el motivo, o los motivos, por el que un cómic determinado me atraía o me repugnaba, me gustaba o me dejaba indiferente. ¿Es el dibujo?¿es el guión? Un buen crítico, y la palabra en sí no tiene nada de peyorativa, aceptémoslo ya de una vez, posee capacidad y conocimientos suficientes para explicar qué encuentra de positivo entre las páginas de un tebeo, dejándo de lado en la medida de lo posible sus filias y fobias personales.
Ayer mismo leí la última página de Señal y ruido, una de las primeras colaboraciones entre Gaiman y McKean. Con anterioridad, y pese a tratarse de obras posteriores cronológicamente, había disfrutado de su trabajo en Casos violentos, Mr. Punch o, por supuesto, Sandman, así que se puede decir que estaba predispuesto a que este nuevo título me gustara igualmente. Sin embargo la cosa no ha ido demasiado bien. Casi desde el principio me he sentido totalmente desconectado, como a cientos de kilómetros de lo que me estaban contando. Para empezar, la historieta previa incluida como extra no la entendí, no me enteré de nada, o de muy poco, y durante su lectura tuve la sensación de que las ilustraciones de McKean tenian poco que ver con los textos. No sucede lo mismo en el resto del libro, es cierto, ahí sí que fluye la colaboración entre ambos, aunque de manera un tanto irregular. Mientras que los monólogos del protagonista, y sus conversaciones telefónicas, es decir, su relación con el resto del elenco, me resultan interesantes (la aceptación de la enfermedad, la superación de la misma a través del trabajo creativo), no sucede lo mismo con el reiterativo guión cinematográfico que el propio personaje está escribiendo. Que si el Apocalipsis, que si el fin de la vida, que si el más allá, todo muy trascendental pero muy aburrido, muy evidente. En algún momento determinado me perdí y a partir de ahí el resto de la lectura fue cuesta abajo.
Bien, pues aquí quería llegar yo, a este punto. ¿Quién tiene la culpa de esa lectura fracasada -para entendernos-? ¿Yo, que no he sabido captar aquello que pretenden transmitirme los autores? ¿O Gaiman y McKean? Señal y ruido no está mal dibujado, ni tampoco mal escrito, parte de una idea que me interesa, que es suficientemente atractiva. ¿Dónde está el problema? Seguiremos pensando en ello.
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