Esta misma semana, justo cuando se ha confirmado el proyecto de adaptarlo al cine, he acabado de leerme El Eternauta, la magna obra de Oesterheld y Soriano López. Hasta ahora sólo la conocía por algunos artículos y poco más, algún fragmento por aquí, alguna pista por allá. Esa ausencia iba creando una curiosidad cada vez mayor, acrecentada, como digo, por las excelentes referencias que me llegaban, una de ellas un extenso artículo de la revista Yellow Kid de hace ya algunos años. Lamentablemente dichas expectativas no se han visto satisfechas y he salido algo trasquilonado de la lectura. Las razones son vagas, un tanto inconsistentes, reconozcámoslo, pero el viaje de Juan Salvo no me ha dejado tan buen sabor de boca como esperaba.
Estoy de acuerdo en que el escalonado ascenso del argumento hacia su clímax es uno de los máximos aciertos de la obra. Al principio parece que la historia derivará hacia un lado, pero poco a poco las huellas marcan otro camino, y el nivel de la acción no desfallece: los enemigos cada vez son superiores, las amenazas más peligrosas, el desenlace más oscuro, y las posibles salidas más inalcanzables. Los protagonistas juegan muy bien sus papeles de héroes anónimos, empujados por el destino y por una causa mayor. Los recursos fantacientíficos utilizados tienen algún que otro agujero (¿los invasores utilizan el mismo lenguaje que los humanos?¿se denominan a sí mismos con los mismos apelativos con que los han bautizado popularmente los habitantes de la Tierra?), aunque es lógico teniendo en cuenta que estamos hablando de ficción y no de física cuántica, vale.
Sin embargo la primitiva estructura por entregas se resiente al presentar la historia en su integridad. Los resúmenes al inicio de cada capítulo de lo que acabámos de leer en la página anterior rompe el ritmo, efecto que se repite con los finales, obligados a dejar al lector siempre con la boca abierta. Tampoco me ayuda la omnipresencia del narrador y de los -en algunos momentos- farragosos textos de apoyo empeñados en describir todas y cada una de los elementos que ya podemos ver en las viñetas. Evidentemente esos reproches no tienen demasiado sentido, lo sé, como sé también que al juzgar el cómic he de considerar las condiciones de publicación originales, sin embargo, como lector, no puedo evitarlo, por mucho que me conciencie.
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