Intemperie, el cómic basado en la novela
homónima de Jesús Carrasco, es por diferentes motivos un producto poco habitual.
Para empezar, surge como una propuesta editorial al dibujante Javi Rey, y no de
una iniciativa personal de éste, que suele ser como se gestan este tipo de
proyectos (el sello Seix Barral, bajo el que se publicó el original, y Planeta
Cómic pertenecen al mismo grupo empresarial). Por otro lado, ha gozado de
cierta promoción mediática, algo a lo que algunos editores parecen renuentes, pues
consideran que remitir unos centenares de copias de prensa a los pocos divulgadores/críticos
(elijan la denominación que prefieran) dedicados a reseñar y comentar las
novedades supone una absurda inversión sin contrapartidas, que solo ayuda a incrementar,
creen, las colecciones privadas de esos divulgadores/críticos. Y, finalmente,
pertenece a un género olvidado, cuando no tildado de anticuado, el wéstern.
Soy de los que
piensan que para que un relato pueda ser englobado dentro de esa última categoría,
no tiene porque desarrollarse en el oeste norteamericano a finales del siglo
XIX, sino que hay otros componentes ficcionales que los caracterizan. La
historia que nos ocupa es la de un fugitivo, sobre cuyo paradero se ha puesto
precio, que huye por paisajes inhóspitos -grandes extensiones de terreno
desértico-, que tropieza en su fuga con un hombre errante, y con el que emprenderá
un viaje hacia el norte tratando de despistar al alguacil y a sus ayudantes. Si
esa descripción no se corresponde con una de vaqueros, independientemente que
se sitúe, en este caso, en la meseta castellana en épocas más recientes, que
baje John Ford y lo vea. Para cerrar la cuestión, solo un argumento más a mi
favor. En las páginas finales del libro, se incluye una entrevista con Carrasco
y Rey, los dos responsables (un detalle que reafirma el cuidado y el interés
que se ha puesto en el resultado final), y el novelista, cuando se le pregunta
por sus influencias, habla de los escritores norteamericanos de la segunda
mitad del siglo XX, citando específicamente a Raymond Carver y, atención, a
Cormac McCarthy, el último cowboy de la literatura estadounidense contemporánea.
Es
comprensible, cuando nos hallamos ante adaptaciones de obras literarias, que se
plantee como asunto clave el grado de fidelidad respecto al modelo que ha
servido de inspiración. Sin embargo, llega un punto, en traslaciones entre
medios expresivos, en que, a la larga, esa es una cuestión baladí. Pese a las
similitudes que se les quiera encontrar, cómic y literatura utilizan -¡vaya un
descubrimiento!- unas herramientas cada vez más divergentes. Las buenas
traducciones de un lenguaje a otro no son las que copian al pie de la letra
sino las que, haciendo uso de los recursos propios, saben encontrar el tono, el
espíritu, que mejor se ajuste. En ese punto, Rey no arriesga. Es un dibujante
muy capaz, de corte clásico, y apuesta por una estructura tradicional,
efectiva, y una narratividad lineal, con escasas interrupciones (las pesadillas
del crío protagonista y los intersticios entre capítulos). ¿Se pueden tildar de
defectos esas características? Para quien no le gusten sí, claro, pero
personalmente las considero las más adecuadas. Al tomar esas decisiones ha
logrado crear su propia Intemperie respetando lo que Carrasco pretendía
al dar forma a su novela. La historieta resultante renuncia a la verbalización –incluso
a las onomatopeyas- buscando su fuerza principalmente en los silencios y las
elipsis. La presencia de las palabras se limita a momentos de extrema necesidad
y solo para aportar información que las imágenes no transmiten. Sentimientos,
inquietudes, miedos e inseguridades se dibujan del mismo modo que las acciones,
llegando a transfigurar a los personajes.
Con Intemperie,
Javi Rey se puede convertir en un descubrimiento. Su caso, como su última obra,
tampoco es usual. Según reconoce, no fue el típico lector de tebeos de toda la
vida, sino que recorrió el camino inverso, y descubrió la capacidad de la
historieta con lecturas más maduras (él pone el ejemplo de Trazo de tiza).
A partir de ahí se forma como historietista y empieza a trabajar para el
mercado francés, en concreto para Dupuis, con la miniserie ¡Adelante!,
con Frank Giroud, que aquí recogió Norma en un tomo, y con Un maillot pour l’Algérie,
con Bertrand Galic y Kris, aparecida este mismo año. Ahora, y en un tiempo récord,
ha dado un paso enorme hacia su consolidación.