¿A quién quieres más, a papá o a mamá?
Entre el cuarto tomo de El árabe del futuro y los tres
anteriores existen diferencias significativas. Algunas son bien evidentes, como
el considerable aumento de páginas (la última entrega publicada hasta el
momento casi duplica la extensión media de las precedentes, que rondaban las
ciento sesenta) o el marco temporal que abarca (de nuevo, como en el primer
número, se acerca a los cinco años). Otras, en cambio, se esconden en el
interior y resultan fundamentales. Desemejanzas que a la larga las entenderemos
mejor como cambios progresivos, como transformaciones paulatinas, por cuanto
derivan del desarrollo vivencial del autor y de la percepción que él mismo
tenía de cuanto sucedía a su alrededor.
La saga, igual que su(s)
protagonista(s), va ganando en circunspección y dramatismo a medida que avanza.
Pero no por seguir un guion de tono cada vez más grave, ni tampoco porque Riad
Sattouf haya madurado y se lo tome más en serio, sino porque su propia vida
siguió esos derroteros. En el lustro que recorre esta nueva entrega, la convivencia
doméstica se va complicando a medida que la distancia que separa a sus padres es
cada vez mayor, distancia real (los miles de kilómetros entre Siria y Francia)
y metafórica. Las inquietudes respectivas, los intereses particulares, la
educación de los niños, los valores a transmitir; todo se convierte ya en un
obstáculo. Y de entre las ruinas de esa relación surge, cual Ave Fénix, una
nueva personificación de su progenitor, que ha dejado de ser un personaje folclórico
y pintoresco.
Al fin y al cabo, El árabe del futuro es sobre todo una
aproximación a la figura paterna, por encima incluso de la del pequeño Riad. En
cierto sentido, forma parte de toda una tradición literaria (¿sería muy
pretencioso denominarla literatura del
padre?), que continúa de actualidad con las recientes obras de K. O.
Knausgaard o Manuel Vilas, y que la hermana, sin salirnos de la historieta, con
Alison Bechdel. Una indagación personal en forma de retorno al pasado, a través
de recuerdos que aportan información inesperada al llegar traicioneramente en
forma de sensaciones o evocaciones, para acabar cambiando finalmente la
perspectiva.
Frente a una tarea tan equívoca,
el mayor mérito de Sattouf es enfrentarla con total libertad y sin complejos de
inferioridad. El sentido del humor es aquí importantísimo, claro, aunque en
ningún momento pretende imponerlo, o forzar su entrada. Por eso mismo resulta
complicado catalogarlo estrictamente como una comedia, porque es en primer
lugar una biografía abierta al mismo tiempo a la anécdota y a la introspección.
Un cariz reflexivo ligado más que nunca al contexto histórico y político, ya que
por entonces se desarrollaría la conocida como primera guerra del Golfo, un
suceso histórico que en el tebeo funciona además como contrapunto externo de
los contrastes que el propio Riad está percibiendo en el seno de su familia y
de su educación.
Capítulo a capítulo, El árabe del futuro se está convirtiendo en una obra ambiciosa y de enorme calado, muestra evidente del talento de su autor, que recoge además las mejores virtudes de trabajos anteriores (Mi circuncisión o La vida secreta de los jóvenes), para forjar un testimonio veraz y sinceramente divertido.
El árabe del futuro: una juventud en Oriente Medio
(1987-1992)
Riad Sattouf
Salamandra Graphic, 2019